De una manera tan hermosa y tan sencilla el brillante escritor y poeta Antonio Gala en su poema Nadie mojaba el aire recitaba «eres la única rosa en la que caben todas las primaveras» en clara referencia al amor y a la capacidad de enamorarse, tal vez de la propia vida. Y parafraseándole esta semana con motivo del inicio del equinoccio de primavera plantábamos nuestra primera planta de tomate, la primera de unos cuantos centenares más que serán plantadas de manera escalonada y que jalonarán un invernadero y medio de la huerta de Gordexola rindiendo tributo una selección de variedades en su mayoría de piel fina que harán las delicias de las futuras ensaladas de verano. Aretxabaleta, Jack, Loidi, Asturias, Azul, Pomorodo o Rosado de Barbastro invitarán a deleitarse en los próximos meses con el maridaje de un buen aceite de oliva. En esa planta primigenia cabe la primavera en todas sus dimensiones y facetas, alberga el secreto de la vida, de la foliación, de la floración y de la fructificación y nos regala, tras todos los esmerados cuidados procurados, y al cabo de 100 días, su fruto bermellón y estriado gracias a su luz absorbida, su aire respirado, sus nutrientes absorbidos y a la armonía contagiada del lugar.