La berenjena es una de las joyas (nunca mejor dicho, ya que crece y pende de la planta como si fueran pendientes) de la cocina mediterránea, especialmente la griega. En la huerta de Gordexola ante el declive del ciclo de cultivo de la vaina, pepino y calabacín toma el relevo haciéndose paso y estableciendo una sana rivalidad con el tomate en cuanto a tonalidades y colores se refiere, además de que pertenece a la misma familia de cultivos (solanáceas). Esta hortaliza de verano, colabora en contrarrestar el colesterol y la oxidación celular. Además, resulta ligera y digestiva en los menús de cada día. Repasamos sus propiedades y beneficios para la salud. De ella se dice que mejor cocinarla entera que cortada, aunque para gustos los colores. Pero aunque pudiera ser un cultivo más o menos familiar su origen y presencia culinaria por antonomasia está en el sureste de donde se consume desde hace más de 4.000 años, y donde se conoce como brinjal. Hoy en día, China es con diferencia el principal productor mundial, con casi 20 millones de toneladas anuales. Le sigue la India con la mitad, mientras que España produce unas 175.000 toneladas. En la Península destaca la cosecha de Castilla-La Mancha, donde existe la denominación de origen «berenjenas de Almagro», de tamaño pequeño y forma redondeada. Se le conocen propiedades tan numerosas que la lista sería interminable. Gracias a su elevada concentración de agua y escasa grasa, supone un plato muy ligero. Posee una buena cantidad de fibra para conservar en buen estado la flora bacteriana y presenta una poderosa acción antioxidante gracias a las antocianinas de su color morado. Esta hortaliza expresa un factor estimulante e higienizante del hígado y de la vesícula biliar, muy importante para sentirnos tranquilo y desenfadados. También se sabe que contribuye a proteger el cerebro y muy útil en la lucha contra el cáncer porque inhibe la formación de nuevos vasos sanguíneos que alimentan los tumores. Si no lo habéis probado os animamos a disfrutarla al horno o en paté.