En un mundo globalizado como el que vivimos hay ciertas costumbres que van quedando arraigadas como adquirir productos con procedencias muy diversas, que recorren, de media, más de 4.000 km hasta llegar a nuestros hogares. Una tendencia que, sin lugar a dudas ,deja una innegable huella ecológica en nuestro planeta debido a los procesos de envasado y transporte que suponen. Como respuesta a dicha tendencia surgió a finales de los año 80 el llamado movimiento slow food, una corriente que cada vez suma más participantes y que promueve el consumo de productos de kilómetro 0, es decir, aquellos provenientes de zonas de cultivo cercanas, ubicados a un radio máximo de 100-250 kilómetros según el criterio que se maneje (disponibilidad, aptitud de la tierra local o colindante, hábito de cultivo…). Sin embargo, el concepto de consumo de productos de kilómetro cero no se centra únicamente en la distancia entre el origen y el lugar de consumo, si no que implica también criterios como la estacionalidad y la calidad de los productos en cuanto a frescura y manejo ecológico y natural. Reducir la distancia entre la huerta y la clientela de cestas tiene efectos directos en la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Las grandes exportaciones de alimentos conllevan envasados específicos y transportes de largas distancias que ocasionan contaminación, lo que supone el aumento del envío de emisiones de C02. El ahorro en logística y desplazamiento del género evita los aranceles de las importaciones, reduciendo considerablemente los gastos en combustible, almacenamiento, embalajes y conservación-hasta que los productos lleguen a su destino ya que las distancias a recorrer serán inferiores a 1 hora por traslado como máximo, promoviendo que las hortalizas lleguen a su destino en mejores condiciones. Además, consumir productos frescos implica un beneficio directo en nuestra salud gracias a las mejoras nutricionales gracias a su conservación en tiempo mayoritariamente en la planta y por su manejo ecológico. Y por supuesto, consumir productos de kilómetro 0 y de temporada favorece el impulso de la economía local y la generación de empleo, facilitando el acceso al canal comercial a pequeños y medianos productores, reduciendo así el número de intermediarios en la cadena agroalimentaria. Es un hecho comprobado que el consumo responsable se ha vuelto para cada vez más personas una forma de vida. Otro argumento nuclear en tomar opción por este tipo de alimentación es que se contribuye a prescindir de los envoltorios o productos químicos que tienen como objetivo proteger la mercancía durante el traslado ya que su consumo es en fresco (24-48 horas desde que se recoge de la planta). Como hablamos de productos perecedero y ecológicos en cuanto a trazabilidad se refiere son productos libres de tratamientos fitosanitarios favoreciendo condiciones de una vida sana. Por último, gracias al consumo responsable de productos como los nuestros se incentiva el crecimiento de proyectos locales, ayudando a que crezcan las economías locales y la generación de empleo, en nuestro caso además social y solidario.